A lo largo de la historia, el maíz ha sido un alimento
importante para el continente americano, aun mas sabiendo que su origen data de
esa parte del mundo. No obstante, científicos, arqueólogos y demás, han
discutido a lo largo de los años debatiendo el lugar exacto de su nacimiento. Unos
aseguran que en realidad fue en el municipio de Coxcatlan, en el
valle de Tehuacán, en Puebla-México. Y quizá por ahora no se aclare esta situación, pero si es claro que la
cercanía que ha tenido el maíz con América ha sido desde miles de años atrás.
Hunab Ku, deidad suprema que existía cuando no existía
nada, es considerado como el dios único y verdadero de los Mayas. Hunab, según
la historia de esta tribu, fue el Dios supremo, el encargado de crear el mundo.
“hágase el mundo” pronunció Hunab Ku para darle vida al
universo. Hasta ese momento, solo existía un cielo y un mar que en el horizonte
se unían entre sí. Después, y para no estar solo en ese imponente paisaje,
Hunab creó a los dioses, luego junto a ellos empezó a darle forma al mundo. Así
materializaron la tierra, los arboles y el sol, aunque estos no hablaban.
Pronto, idearon a los animales, que igualmente carecían del habla y no podían
adorar a sus dioses creadores. Es ahí donde deciden crear al hombre.
Y esta decisión no pudo plasmarse tan rápido como las
otras. La creación de un ser que hablara, veneraran y se postrara ante sus dioses, tuvo intentos fallidos; primero lo
intentaron con barro y luego con madera pero no obtuvieron resultados
Debido a estos dos malogrados intentos por crear personas
que los adoraran, decidieron enviar un gran diluvio que arrastrara y destruyera
a cualquier hombre que hubiese encima de la tierra.
Los dioses estaban frustrados, desilusionados y
decepcionados por no encontrar la manera de forjar estos seres. No obstante,
cuenta el mito, que los animales fueron los encargados de darles el elemento
ideal para proporcionarle vida a los hombres. Según se reseña, unas ratas
llevaron hacia ellos mazorcas de maíz, y fue de estas que Hunab Ku y los dioses
crearon al hombre y a la mujer. Por fin estos hablaron, agradecieron, adoraron,
amaron, analizaron, pero nunca contaron que en esa obsesión por crearlos, los
hicieron tan perfectos como ellos. Eran realmente hechos a su corte y semejanza
en todo sentido; podían pensar, razonar, tenían sabiduría.
Por esta situación, el celo de los dioses fue inmenso,
debieron deshacer en parte lo que habían hecho, pero no los eliminaron como
hicieron con los otros, tan solo le quitaron algunos dotes. Estos no podían ver
nunca más a los dioses a la cara, no podían tratarlos como sus iguales. Debían
recordarlos siempre en su interior y agradecer a ellos cada día por la vida,
por la cosecha y por su existencia.
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